lunes, 1 de junio de 2015

Esclavos de Jesucristo.
La palabra cristiano (en griego, Christianoi) era la que  identificaba  a los  discípulos de Jesucristo y lo asociaban con Él como su seguidor. De modo similar, los de la familia de César se referirían a ellos mismos como Kaisarianoi (aquellos de César) con el objetivo de mostrar su lealtad profunda al emperador romano. A diferencia de los Kaisarianoi, los cristianos, en cambio, no daban su lealtad suprema a Roma o a cualquier otro poder terrenal sino que toda su dedicación y adoración estaban solamente reservadas para Jesucristo.
Desde su aparición en Antioquía, el término cristiano se ha convertido en el sello predominante de aquellos que siguen a Jesús. Es una designación apropiada, pues se enfoca justamente en el protagonista principal de nuestra fe: Jesucristo. A pesar de eso irónicamente, la palabra misma solo aparece tres veces en el Nuevo Testamento; dos en el libro de los Hechos y una en 1 Pedro 4.16.
No obstante, la Biblia utiliza una metáfora con más frecuencia que cualquiera de estas. Es la imagen de un esclavo.
La palabra “esclavo” (doulos), aparece 124 veces en el Nuevo Testamento, lamentablemente ésta palabra ha sido traducida como “siervo”. Existen grandes diferencias entre un esclavo y un siervo:
        I.            Los siervos se contratan, los esclavos se compran.
     II.            Los siervos reciben paga, los esclavos no.
   III.            Los siervos pueden servir a varios señores, el esclavo solo a uno.
  IV.             Los siervo eligen a quién servir, los esclavos no.
    V.            Los siervos tienen derechos, los esclavos no.
Se calcula que a principios del primer siglo había alrededor de 12 millones de esclavos en el imperio Romano., pero a finales del año 100 habrían alrededor de 60 millones, esto se debía, a  que los pueblos conquistados eran convertidos en esclavos. Habían dos clases de esclavos, los “rústicos”, que vivían apartados en las minas o haciendas, dirigidos por un capataz, y los “urbanos”, que vivían en las ciudades , trabajando junto a sus amos,  como parte de la casa.
 Cuando el apóstol Pablo se refirió a sí mismo como esclavo de Cristo y como esclavo de Dios, sus lectores sabían exactamente a qué se refería. En el contexto grecorromano, como las ciudades a las que Pablo escribió, la libertad personal era preciada, la esclavitud era denigrante y la esclavitud auto impuesta era despreciable y abominable. Sin embargo, para Pablo, cuya única ambición era ser agradable a Cristo, no podría haber una designación más adecuada. Su vida giraba en torno al Amo. Nada más importaba, ni siquiera sus planes personales. Él lo expresa en Ro.1:1, Gál.1:10, Fil.1:1, Tito1:1.
Otros escritores del Nuevo Testamento se hicieron eco de la devo­ción sincera de Pablo al Señor. Santiago no se jactó de ser medio her­mano, en lugar de ello se llamó a sí mismo Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo (Santiago 1.1). Más tarde en su carta, Santia­go instruyó a sus lectores con estas palabras:¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos ... En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquel (4.13, 15). Tal lenguaje traza fuertemente la relación esclavo-amo. Los esclavos no podían ir y hacer lo que deseaban. Estaban obligados a seguir la volun­tad de su amo. Pedro, Judas y Juan también se designaron todos como esclavos obligados a hacer el trabajo del Señor. Estos hombres fueron com­pañeros de nuestro Salvador y los líderes de la iglesia primitiva (2 Pe.1:1., Judas1:1).
Cuando el apóstol Pablo habla de sus colaboradores, él los identifica cómo “consiervos”, ésta es la palabra griega “sundoulos”, qué significa compañeros en la esclavitud (Col.1:7).
Cuando examinamos el Nuevo Testamento, rápidamente encon­tramos que el término esclavo de Cristo  no estaba reservado para creyentes de bajo nivel o neófitos espirituales. Los apóstoles con entu­siasmo abrazaron el título para ellos mismos y también lo utilizaron para referirse a otros en el ministerio. No es sorprendente entonces, encontrar las imágenes de la esclavitud utilizadas con frecuencia por todas sus epístolas en referencia a la vida cristiana.
La palabra doulos, o esclavo, incluso se utiliza en todo el libro de Apocalipsis para describir la eterna relación de los creyentes con el Señor. Tanto al inicio como al final del libro, se nos dice que Dios  entregó esta revelación «para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto» (Apocalipsis 1.1). En Apocalipsis 7.3, a los con­vertidos que componen los 144,000 se les llama los siervos (esclavos de nuestro Dios).

 En Apocalipsis 10.7 se hace referencia a los profe­tas de manera similar con la palabra doulos, así como a los mártires en Apocalipsis 19.2. No obstante, no es sino hasta el final del libro que, en un sentido colectivo, se describe a todos los creyentes como los esclavos de Dios. Apocalipsis 22.3-4, un pasaje que describe las glorias del estado eterno, dice esto: «Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos (douloi) le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus fren­te. La realidad gloriosa es esta, como sus esclavos, usted y yo y cual­quier otro creyente de toda la historia humana gozosamente adorará y exaltará por toda la eternidad a nuestro amo celestial, el Rey de reyes y Señor de señores.

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