En las páginas de las Sagradas Escrituras
encontramos historias impresionantes, sin duda alguna, una de ellas es la de
éste muchacho hebreo, quien probablemente a los 18 años de vida, fue
llevado cautivo a Babilonia. Durante su cautiverio, las virtudes de éste chico
brillaron intensamente. Veamos algunas de sus virtudes:
·
Lealtad . La vida de Daniel, desde principio a fin, mostró su firme
convicción de ser fiel a Dios, independientemente de lo qué esto pudiera
significarle.
· Firmeza. Daniel propuso en su
corazón, es decir, él obró por medio de
la emoción, sino que su accionar fue producto
de una decisión perseverante, continuada y cultivada constantemente. No
fue como la piedad de Israel en los días del profeta Oseas, parecida al rocío
de la mañana. Uno de nuestros más graves defectos es la inconstancia. La incapacidad de perseverar, cuántos
propósitos fallidos, empresas empezadas y jamás terminadas, demasiadas decisiones tomadas y luego
olvidadas, sin numero de promesas incumplidas,.
·
Resistencia
al mal. Aunque estaba lejos de su país,
sin sus profetas y sacerdotes, ellos decidieron ser fieles. En Babilonia no
había templo ni sinagogas, ni levitas ni rabinos, pero ellos decidieron
mantener su identidad espiritual.
·
Humildad,
Daniel ni sus compañeros jamás hicieron alarde de su fe ni de su
espiritualidad, ni de sus dones ni talentos, nunca fue un exhibicionista. Al
ver su vida notamos su amabilidad, sencillez, cortesía, tacto, la forma sabia
como trató a los demás, siempre fue respetuoso con las autoridades, como lo
enseña el apóstol Pablo en Ro. 13:9-10.
Miremos éste hermoso ejemplo y mostremos ésta
misma aptitud en medio de una generación adúltera y pecadora que no conoce a
Dios
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