Los
enredos del diablo.
Pero desecha
las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas”(1 Timoteo
1:20). Así que existen cuestiones necias e insensatas que engendran contiendas,
y existen profanas pláticas sobre cosas vanas.
Todas estas cosas causan una
distracción, aún en la mente de los siervos del Señor, y Satanás astutamente los
enreda en este tipo de cuestiones, y sutilmente los va apartando poco a poco de
la línea central del propósito divino. Es por eso que debemos siempre atender
al depósito inicial que ha sido entregado a la Iglesia de parte de Dios. Esta
era la carga no sólo del apóstol Pablo; también el apóstol Juan tenía esta
carga.
En su primera carta, en el
capítulo 2:24: “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en
vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el
Padre”.
Nos damos cuenta de que aquí el apóstol está
hablando de algo que se ha escuchado en el principio; aquí se refiere cuando vino el Señor Jesús y depositó su
Espíritu y encargó en Sus apóstoles, en Su cuerpo, en la Iglesia.
Desde el comienzo de la
Iglesia, se ha recibido un depósito; y eso es lo que el apóstol Juan llama también:
“lo que habéis oído”; lo que, es algo específico, es algo definido; lo
que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros.
Note que lo que se ha oído en
el principio tiene el efecto de colocarnos en el Hijo y en el Padre; por eso
dice: “Si lo que habéis oído desde el principio permanece en
vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”.
El propósito del mensaje cristiano, depositado en la Iglesia desde sus
comienzos, es introducirnos en el Hijo de Dios, y por medio del Hijo de Dios,
introducirnos también en el Padre.
En su segunda carta, Juan, en
el capítulo 1.9 decía también:
“Cualquiera que se
extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo…”; aquí se refiere específicamente
a la doctrina de Cristo; dice: “el que se desvía de la doctrina de Cristo,
no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al
Padre y al Hijo”.
La doctrina de Cristo es para
que tengamos al Hijo, y al tener al Hijo, tengamos también al Padre.
Por lo tanto amados evitemos
cuestiones necias y no nos dejemos enredar por las trampas del diablo, sigamos
adelante cuidando el depósito y predicando el glorioso evangelio de nuestro
amado Salvador.
Dios los bendiga.
Ps. José Piza N.
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